HISTORIA DE LA MEDICINA
Julio A. Cabrera Rodríguez,1 Marisol Arias Vega,2 Marisela Iglesias Camejo3
1Licenciado en Filología. Profesor Auxiliar. Máster en Dirección. Facultad de Ciencias Médicas de Mayabeque. Cuba.
2Especialista de I grado en Higiene y Epidemiología. Profesora Asistente. Máster en Enfermedades Infecciosas. Facultad de Ciencias Médicas de Mayabeque. Cuba.
3Especialista de I grado en Microbiología y II grado en Administración de Salud. Profesora Auxiliar. Máster en Enfermedades Infecciosas. Facultad de Ciencias Médicas de Mayabeque. Cuba.
El presente trabajo presenta un acercamiento a destacados momentos de la vida de Ernesto “Che” Guevara de La Serna que fueron conformando su pensamiento salubrista y su práctica transformadora relacionada con la medicina. En él se puede encontrar una de las principales fuentes de enriquecimiento científico, humanista e internacionalista de las actuales concepciones de la medicina revolucionaria que ha llevado una mejor calidad de vida a los hombres y mujeres de innumerables rincones del mundo.
Palabras clave: Ernesto Guevara de La Serna, medicina.
The current work presents an approach to relevant moments in the life of Ernesto “Che” Guevara de La Serna, which conformed his health thinking and his transforming practice related to medicine. It can be found on it one of the main sources of scientific, humanistic and internationalist enrichment of the current conceptions of revolutionary medicine that has provided a better quality of life to men and women of innumerable places of the world.
Key words: Ernesto Guevara de La Serna, medicine
La personalidad de Ernesto Guevara de La Serna es conocida internacionalmente por sus aportes a la lucha de los pueblos de América Latina, África y Asia, en ellas tuvo un protagonismo que le ganó la gloria universalmente.
En muchas esferas de la vida social, política, económica y cultural de los pueblos dejó su impronta. Se destacan su humanismo, su ética, su aplicación novedosa de la guerra de guerrillas, la dirección de los procesos revolucionarios, sus concepciones acerca de lo que debía ser un cuadro de dirección en las nuevas circunstancias en que se desarrollaba la Revolución.
También resultan conocidas las ideas que, como médico, ofreció para el mejoramiento de la salubridad y la implementación de nuevos paradigmas acerca de la medicina cubana.
Hacia esa dirección dirigimos la búsqueda para la elaboración del presente trabajo: a un primer acercamiento para develar, de manera general, cuáles fueron las principales reflexiones, valoraciones y modos de actuar experimentados por el Che, relacionados con la medicina, desde su posición de médico, revolucionario, funcionario gubernamental y, sobre todo, desde el pedestal humanista que lo ha mantenido como figura paradigmática a través de los años, en todos los rincones del planeta.
El interés del Che por la medicina le viene por diferentes acontecimientos que le suceden a lo largo de su vida relacionados con sus vínculos familiares. Estos hechos y su afán de conocer al hombre, para ponerse a su servicio y su proyección revolucionaria lo llevaron a matricularse en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, cuando contaba diecinueve años de edad.
En el segundo año de estudios demuestra su interés por la investigación científica y pasa al Instituto de Investigaciones Alérgicas, bajo la dirección del alergólogo, doctor Salvador Pissani, allí se mantendrá hasta el final de su carrera e interviene en investigaciones como “Sensibilidad de cobayos a pólenes por inyección de extracto de naranja” que aparece publicada en uno de los números de la época de la revista Alergia.
De todos es conocido que terminado el cuarto año de sus estudios universitarios emprende con su amigo el bioquímico argentino doctor Alberto Granados un viaje de nueve meses por Argentina, Bolivia, Chile, Perú, principalmente el Amazonas peruano, Colombia y Venezuela. Viaje que le permitió conocer la tragedia médico social de los leprosorios de San Pedro, Cerritos, Diamante y General Rodríguez, en plena selva amazónica, para comprobar que esa tragedia se extendía también hasta los suburbanos de Córdoba, Posadas y Rupa Nui; experiencia que se convertiría, sin dudas, en el principal antecedente de su concepción futura acerca de la medicina.
A su regreso a Buenos Aires, en septiembre de 1952, matricula por la enseñanza libre las catorce asignaturas de los dos años que le faltan por terminar, lo que logra exitosamente y se le extiende el título de Doctor en Medicina el 1 de junio de 1953.
Se nutre su pensamiento también de los ideas del experiencia del proceso guatemalteco de Guatemala bajo los gobiernos de Juan José Arévalo y Jacobo Arbens, donde trabaja en el Centro Médico de Maestros.
Posteriormente, en México, donde se refugia, labora en el Hospital Central del Distrito Federal, en el Laboratorio del Hospital Francés y en el Centro de Investigaciones Alérgicas del Instituto de Cardiología junto al eminente profesor Mario Salazar Mallén, con el que publica, entre otros trabajos, el titulado “Investigaciones cutáneas con antígenos alimentarios semidigeridos”, en la Revista Iberoamericana de Alergología, que mereció premio.
En estas funciones se encuentra cuando conoce a Fidel Castro y al resto de los revolucionarios cubanos exilados en la nación azteca, hecho que cambiará el curso de su vida y le dará una universal dimensión histórica.
Desde los primeros momentos comprendió que revolución y medicina eran dos fuerzas inseparables, por lo que en un momento escribiría: “Entonces me di cuenta de una cosa fundamental: para ser médico revolucionario o para ser revolucionario lo primero que hay que tener es revolución.1 A ambas cosas dedicaría el resto de su vida.
Es de destacar la concepción acerca de la atención médica que desarrolla durante el período guerrillero. En campaña diseña un sistema de atención en el que describe tres etapas fundamentales: la fase nómada, la fase seminómada y la fase sedentaria.
Nótese cómo desde la propia permanencia en la guerrilla, ya el Che comienza a exponer sus ideas del papel del médico en el momento en que debe desempeñar sus funciones.
En fase nómada “el médico, si es que lo hay, viaja constantemente con sus compañeros, es un hombre más, tendrá muy probablemente que hacer todas las otras funciones del guerrillero, incluso la de pelear, y tendrá sobre sí la fatigosa y a veces desesperante tarea de tratar casos en los cuales se puede salvar una vida con un tratamiento adecuado y no existen los medios para ello. Es la etapa en que el médico tiene más influencia sobre la tropa, más importancia en su moral. En este momento del desarrollo de las guerrillas el médico alcanza a plenitud su característica de verdadero sacerdote que parece llevar para los hombres, en su mochila desprovista, el consuelo necesario. Es incalculable lo que significa para el que está sufriendo, una simple aspirina, dada por la mano amiga de quien siente y hace suyos los sufrimientos. Por eso, el médico de la primera época debe ser una persona totalmente identificada con los ideales de la revolución, pues su prédica prenderá en la tropa con mucho más vigor que la dada por cualquier otro miembro de ella”.2
Una segunda etapa que llama seminómada. “En este momento hay campamentos, frecuentados por lo menos, por la tropa guerrillera; casas amigas de entera confianza donde se pueden guardar objetos e incluso dejar heridos y la tendencia cada vez más marcada de la tropa a sedentarizarse. En este momento la tarea del médico es menos fatigosa, puede tener un equipo quirúrgico de extrema urgencia en su mochila y tener otro más vasto, para operaciones más calmas, en alguna casa amiga”.2
Y una tercera etapa en la que “ya hay zonas inconquistables para el enemigo, es cuando se estructura de verdad una organización hospitalaria. En su etapa más perfecta dentro de las posibilidades, puede constar de tres centros de diferentes categorías. Al nivel de la línea de combate, debe haber un médico, el combatiente, el más querido por la tropa, el hombre de batalla, cuyos conocimientos no tienen que ser demasiado profundos; y digo esto porque la labor en aquellos momentos es más que todo de alivio y de preparación del enfermo o herido y la real tarea médica se hará en hospitales más profundamente situados. No debe sacrificarse a un cirujano de calidad en las líneas de fuego”.2
Apenas dos semanas después de la victoria, el 13 de enero de 1959, era recibido en el Colegio Médico Nacional y se le declaraba "Médico cubano honorario". En el discurso pronunciado a propósito de la visita, expone su concepción humanista referida a los valores que deben destacar al personal médico: “Ya había viajado mucho -estaba, en aquellos momentos, en Guatemala, la Guatemala de Arbenz- y había empezado a hacer unas notas para normar la conducta del médico revolucionario. Empezaba a investigar qué cosa era lo que necesitaba para ser un médico revolucionario. Entonces, me di cuenta de una cosa fundamental: para ser médico revolucionario o para ser revolucionario, lo primero que hay que tener es revolución” […] “Ya entonces tenemos el derecho y hasta el deber de ser, por sobre todas las cosas, un médico revolucionario, es decir, un hombre que utiliza los conocimientos técnicos de su profesión al servicio de la Revolución y del pueblo”.3 O sea, como manifestara, “un nuevo tipo humano” en correspondencia con la nueva situación que se creaba en Cuba una vez alcanzado el triunfo revolucionario.
Sus ideas acerca del carácter de la atención médica pueden situarse en la avanzada del pensamiento salubrista de la época, las que se convierten en antecedentes de los principios que rigen la medicina cubana.
Podemos apreciar la orientación profiláctica de la medicina, la participación comunitaria y el carácter social para su desarrollo cuando expresa; “El principio en que debe basarse el atacar las enfermedades, es crear un cuerpo robusto, pero no crear un cuerpo robusto con el trabajo artístico de un médico sobre un organismo débil, sino crear un cuerpo robusto con el trabajo de toda la colectividad, sobre toda esa colectividad social.
Y la medicina tendrá que convertirse un día, entonces, en una ciencia que sirva para prevenir las enfermedades, que sirva para orientar a todo el público hacia sus deberes médicos, y que solamente deba intervenir en casos de extrema urgencia, para realizar alguna intervención quirúrgica, o algo que escapa a las características de esa nueva sociedad que estamos creando.
El trabajo que está encomendado hoy al Ministerio de Salubridad, a todos los organismos de ese tipo, es el organizar la salud pública de tal manera que sirva para dar asistencia al mayor número posible de personas, y sirva para prevenir todo lo previsible en cuanto a enfermedades, y para orientar al pueblo.
Y nuestra tarea de hoy es orientar la capacidad creadora de todos los profesionales de la medicina hacia las tareas de la medicina social”.3
Y continúa añadiendo; “Y una forma de llegar hasta la parte medular de la cuestión médica es no sólo conocer, no sólo visitar, a las gentes que forman esas cooperativas y esos centros de trabajo, sino también averiguar allí cuáles son las enfermedades que tienen, cuáles son todos sus padecimientos, cuáles han sido sus miserias durante años y, hereditariamente, durante siglos de represión y de sumisión total.
El médico, el trabajador médico, debe ir entonces al centro de su nuevo trabajo, que es el hombre dentro de la masa, el hombre dentro de la colectividad.
Siempre, pase lo que pase en el mundo, el médico, por estar tan cerca del paciente, por conocer tanto de lo más profundo de su psiquis, por ser la representación de quien se acerca al dolor y lo mitiga, tiene una labor muy importante, de mucha responsabilidad en el trato social”.1
No escapa a la visión del Che el papel de promotor de salud y pedagogo que deben asumir los médicos en el momento que sea necesario, para poder llevar adelante los nuevos paradigmas que requiere el sistema de salud creado por la Revolución: “Muchas veces debemos cambiar todos nuestros conceptos, no solamente los conceptos generales, los conceptos sociales o filosóficos, sino también, a veces, los conceptos médicos. Y veremos que no siempre las enfermedades se tratan como se trata una enfermedad en un hospital, en una gran ciudad; veremos, entonces, cómo el médico tiene que ser también agricultor, y cómo aprender a sembrar nuevos alimentos, y sembrar con su ejemplo, el afán de consumir nuevos alimentos, de diversificar esta estructura alimenticia cubana, tan pequeña, tan pobre, en uno de los países agrícolamente, potencialmente también, más ricos de la tierra. Veremos, entonces, cómo tendremos que ser en esas circunstancias, un poco pedagogos, a veces un mucho pedagogos; cómo tendremos que ser políticos también; cómo lo primero que tendremos que hacer no es ir a brindar nuestra sabiduría, sino ir a demostrar que vamos a aprender, con el pueblo, que vamos a realizar esa grande y bella experiencia común, que es construir una nueva Cuba”.1
En el discurso pronunciado en su visita al Colegio Médico Nacional, el 13 de enero de 1959, expone su valoración del ser humano: "Comprendimos perfectamente que vale, pero millones de veces más la vida de un solo ser humano, que todas las propiedades del hombre más rico de la tierra.1 Esta frase es la base en que se sustenta la medicina social cubana y está implícita en los dos primeros principios de nuestra salud pública: la salud es un derecho del pueblo y la salud de la población es responsabilidad del Estado.
Si valoramos la actitud internacionalista adoptada por el Che en cada momento de su vida, no podemos dejar de apreciar que esa concepción también incide en la medicina. Al respecto expresa: “Yo considero como médico que siempre me han preocupado las cuestiones sociales, que ahora llega el momento de hacer aportes substanciales para cambiar radicalmente los sistemas de salubridad imperantes en Cuba, como en todas las naciones”.1
El pensamiento del Che en los momentos actuales resulta fundamental en la definitiva sustitución del paradigma biologicista por el médico social, como repuesta lógica a las necesidades sociales y en particular para el perfeccionamiento continuo del Sistema nacional de Salud. Asumirlo es facilitar la introducción cada vez más coherente de lo social en las ciencias médicas: lo cual posibilitará un desarrollo superior de la conciencia médica, vertiente especializada de la conciencia preventiva, que ocupará un destacado lugar en la estructura de la conciencia social de las sociedades futuras, determinado por el papel que a ésta le corresponderá en el proceso de humanización progresiva del sistema de relaciones sociales, donde las ciencias médicas deberán recorrer el camino que le permitan liderar el proceso creciente de socialización de la salud que ya caracteriza el inicio de este siglo y poder alcanzar las metas del milenio relacionadas con la Salud para Todos.
Como podemos apreciar, el interés que despertó en el Che la cuestión de la medicina y la salud pública en general, se desarrollan desde temprana etapa de su vida, vinculadas siempre a su concepción humanista del mejoramiento de la sociedad. Ya, como médico, ofreció novedosas ideas y propuestas de cambios de paradigmas para el mejoramiento de la salubridad y la medicina cubana e internacional.
Tenemos en el Che no solo un teórico de lo que debía ser la medicina y el médico revolucionario, sino también al hombre que con su ejemplo llevó a la práctica muchas de sus ideas, para lograr un mejor perfeccionamiento de la calidad de vida del hombre nuevo.
Recibido: 19 de octubre de 2011.
Aprobado: 15 de diciembre de 2011.
Lic. Julio A. Cabrera Rodríguez. Licenciado en Filología. Profesor Auxiliar. Máster en Dirección. Facultad de Ciencias Médicas de Mayabeque. Cuba. E-mail: jacr@infomed.sld.cu