La municipalización ha sido manifestación especial de la educación médica superior en nuestra provincia durante los últimos años, al igual que en el resto del país, trasladando de manera progresiva el escenario docente a las unidades de la Atención Primaria de Salud (APS), que ya abarca los cuatro primeros años de la carrera de Medicina.
Le distinguen, entre otras características, nuevas formas de organización de la enseñanza, apoyadas en las tecnologías de la información y las comunicaciones; nuevas figuras docentes, como el profesor integral, y un proceso docente-educativo centrado cada vez más en la actividad que desarrolla el educando.
Ello implica ineludible voluntad de cambio y garantía de que la transformación contribuirá a la mejora no sólo del rendimiento en los aprendizajes de los estudiantes sino, también, a la integración y el perfeccionamiento de la atención, la docencia y la investigación.
Las unidades de la APS enfrentan el reto de crear una cultura docente y comprender en que consiste tal cultura.
Si las necesidades derivadas de la municipalización se analizan desde una perspectiva de mejora de la calidad que integre otras necesidades, también inaplazables y claves para la APS, y en concreto para la garantía de un satisfactorio estado de salud de la población, los cambios y las acciones que deben generarse pueden ser mejor comprendidos por el profesorado y el resto del personal involucrado. Éste sería uno de los rasgos de lo que denominamos cultura docente, a saber: adoptar una perspectiva de análisis holística sobre la práctica docente–atencional-investigativa y su optimización.
Entre estas necesidades urgentes y básicas conviene destacar cuestiones como la consideración a la diversidad de estudiantes y la preocupación por el logro de la excelencia académica; la optimización en el empleo de las tecnologías de la información y las comunicaciones; el análisis del impacto de la globalización en los diferentes ámbitos de la ciencia, la tecnología y la economía; y el establecimiento de metas, prioridades e indicadores, cuyos logros dependerán de una misión esclarecida y una visión compartida.
Estas cuestiones obligan a una reflexión sobre la función del profesorado y a equilibrar la dedicación del mismo no sólo en función de su dimensión docente sino también de su dimensión atencional e investigativa.
Sin embargo, conviene no confundir este tipo de preocupaciones, por supuesto relevantes, con un auténtico cambio en la cultura docente. Una cultura docente de calidad en la APS, además de la preocupación por las cuestiones antes mencionadas, debe de incluir aquellos rasgos que inciden de forma clara en aspectos funcionales de la misma y en la manera de concebirla.
La cultura docente no cambia sólo con la incorporación formal de una nueva acreditación ni por la modificación estructural de las unidades. La cultura docente cambia y es susceptible de ser orientada hacia la calidad cuando incorpora de forma habitual en el comportamiento del profesorado y de la institución acciones como: fijarse en la práctica para aprender de ella, de manera que posibilite modificarla, consolidarla o innovarla, según el caso; someter a evaluación los cambios introducidos; generar condiciones que propicien un ambiente que favorezca de forma natural la actividad docente; establecer objetivos para orientar una docencia de calidad en función de las tendencias, corrientes y resultados más relevantes de la investigación; entender que la cultura docente de una institución no es la sumatoria de la cultura docente de cada individuo que conforma el colectivo, ni puede entenderse como la suma de un conjunto de intereses particulares, sino como algo grupal, movido por intereses compartidos y en esta medida institucional y orientado al logro del bien común; y comprender, a la vez, que el carácter holístico de la cultura docente no se logra sino a través de acciones y logros particulares.
La cultura docente y la calidad, al igual que la responsabilidad, se logran consiguiendo que cada uno sea responsable de aquello que debe ser responsable, se alcanza cuando cada uno muestra en su comportamiento docente los rasgos necesarios para su logro. La cultura docente en una institución es posible si logramos como condición necesaria, aunque no sea suficiente, una nueva forma de pensar y abordar la tarea en docencia, en atención y en investigación, por parte de cada profesional involucrado.
Dr. Raúl Martínez Pérez.
Director